Cometemos un craso error cuando metemos la pata hasta tal punto que sus consecuencias son enormes y muy desgraciadas para nosotros. Pero, ¿De dónde viene esta expresión?

Hay que remontarse al año 60 a.C., a la época de los romanos, cuando se pactó el primer Triunvirato de la historia entre dos conocidos políticos, Pompeyo y César, y un tercer personaje poco conocido pero de gran importancia en aquellos años, Marco Licinio Craso. Craso había participado de forma decisiva en varias guerras y era uno de los hombres más ricos del imperio.

Los tres políticos se repartieron las tierras que, por aquel entonces, conformaban el Imperio Romano. César se quedó con las Galias, Pomepeyo con África e Hispania, y Craso con lo que hoy conocemos como Siria. Pero la ambición de Craso no conocía límites. No se conformó con llegar a ser el hombre más adinerado de toda Roma y comenzó a preparar un ataque para conquistar las tierras de Partia, actual Irán. La ambición lo cegaba y, a pesar de haber combatido habilmente en otras ocasiones, la ofensiva que preparó para conquistar Partia fue precipitada y desorganizada. Lo que hizo que se convirtiera en una sonada derrota en la que, no sólo, perdió a uno de sus hijos, sino que, él también perdió la vida al ser capturado por los partos.

Fue tan desastrosa la incursión del ejército de Craso en Partia y con tan funestas consecuencias que, desde entonces, a todo aquel que por su imprudencia comente un fallo se le dice que ha cometido un Craso error.